lunes, 25 de abril de 2011

Paul Bowles


Es nuestra culpa amar sólo el cráneo de la Belleza

sin saber de quién fue ni de qué murió.

Tenemos la culpa del ladrón, más no su riqueza,

tiene espasmos de mentiroso quien nunca mintió.

Raspa su canto herido la cigarra enferma,

su tórax está destrozado sólo en parte.

Están prohibidas las náuseas. Son perversas.

El asesino no evitará el odio constante.

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